Alfonso X, rey de Castilla y León, fue un auténtico promotor cultural que
reunió en su Corte a sabios y eruditos de las tres religiones peninsulares,
creando escuelas de investigadores y traductores. Por ello, durante su reinado,
la Escuela de Traductores de Toledo alcanzó su esplendor, y
esta ciudad se convirtió en capital cultural de Europa.
Dejó una abundante obra escrita literaria, como Cantigas
de Santa María, histórica, como Crónica General o General
Estoria, científica, como Libros del saber de astronomía o Lapidario,
y jurídica, con la promulgación del Fuero Real, las Leyes
del Estilo y las Siete Partidas; este último
código, de larga influencia en el ordenamiento castellano y español, supone la
recepción del derecho romano en Castilla, incorporándose a la corriente europea
del “derecho común”.
Este rey ilustrado fue el gran
impulsador de la prosa medieval castellana, con su extraordinaria obra cultural
y científica se crearon los cimientos de la lengua castellana y un vínculo
entre la Europa medieval y la cultura árabe.
Impulsó y participó en una intensa
actividad cultural en su ciudad natal y Corte de su reino de Castilla, Toledo,
convirtiéndose en la capital europea de la cultura, gracias a la
labor de la Escuela de Traductores de Toledo.
Durante el reinado de Alfonso X, la ciudad
de Toledo permitía la convivencia de las tres religiones en armonía y
tolerancia y el intercambio de conocimientos y pensamientos, buscando la unidad
del ser y del saber, en definitiva, algo opuesto a la tradicional confrontación
bélica de la Reconquista.
ALFONSO X
EN EL ESCRITORIO REAL CON SUS COLABORADORES
Alfonso X hizo trasladar a Toledo los
restos de la biblioteca cordobesa de Al Hakam II, cuyos fondos
fueron traducidos. Allí se asentaron las antiguas escuelas y academias judías
de Córdoba y Lucena expulsadas de Al-Ándalus por el fanatismo almohade.
La escuela toledana desarrolló una
importante labor científica al rescatar textos de la Antigüedad y al traducir
textos árabes y hebreos, no sólo al latín, sino de manera definitiva también al
castellano y al francés, de hecho, dejó una extensa erudición en lengua
castellana. Como ejemplo preclaro es la obra árabe Libro de la
Escala, que recoge una serie de leyendas relativas a un viaje recorrido
por Mahoma en el infierno y el paraíso. Aquella obra fue traducida al
castellano por Alfonso X antes de 1264, y posteriormente por Buenaventura de
Siena, quien la tradujo al francés y al latín. Dante se inspiró en
esta traducción al francés para establecer la base argumental de su Divina
Comedia.
También realizó la primera normalización
ortográfica del castellano, lengua que se adoptó como oficial, en
detrimento del latín, convirtiéndola en lengua culta, tanto en el ámbito
científico como en el literario. El propósito del monarca era que el castellano
tuviera preeminencia en su Corte porque era la que comprendían sus vasallos. Su
afán por la divulgación de la lengua “porque los omnes lo entendiessen meior et
se sopiessen dél más aprovechar” le llevó a traducir al castellano la Biblia,
el Corán, el Talmud, la Cábala, los
Libros del Tesoro de Brunetto Latini, una colección de cuentos
ejemplares (o exempla) llamada Calila y Dimna, etcétera. Por ello,
está considerado el fundador de la prosa castellana.
Era el mecenas de toda aquella erudición, concebía el
plan de cada obra, ponía los medios para realizarla, daba las instrucciones
precisas sobre su estructura y contenido, y revisaba el trabajo final, incluso
se interesaba por detalles como precisar los dibujos e ilustraciones que debían
ilustrar el texto. La intervención del rey fue a veces directa y a veces
indirecta, pero indudablemente fue el arquitecto de estas obras.Así lo dejó
escrito en la General estoria: “El feslas emienda et yegua
e endereça e muestra la manera de cómo se deven fazer, e desí escrívelas qui él
manda. Peró dezimos por esta razón que el rey faze el libro.”
La labor de la Escuela de Traductores de Toledo ayudó
a transmitir al Occidente cristiano importantes elementos de la cultura
oriental y de sus raíces clásicas. Pero no sólo se recopilaba y se traducía,
sino que también se investigaba, se enseñaba y se creaba mucha obra original en
todas las materias: medicina, filosofía, cosmografía, historia, derecho,
literatura, etc. Los maestros eran judíos y mozárabes y la materia impartida
consistía en el conocimiento islámico. Básicamente se enseñaba filosofía,
astrología y artes mágicas, ya que fueron los árabes quienes conservaron y
transmitieron a Europa la tradición del saber griego y romano a través de
España.
Alfonso X promovió la creación
de Estudios Generales de latín y de arábigo, tanto en Sevilla
como en Valladolid, que posteriormente se convertirían en Universidades.
Igualmente, fundó en 1269 la Escuela de Murcia, una escuela de investigadores y traductores, dirigida por el matemático Al-Ricotí, que como las demás, se convertiría en Universidad. Se trata de la primera escuela interconfesional del mundo donde enseñaban sabios judíos, cristianos y musulmanes, los "bani oud".
Además supo dar un nuevo impulso a los Estudios
Generales de Salamanca y de Palencia otorgándoles el rango de
Universidad en 1254 y 1262 respectivamente. La Universidad de Salamanca fue
la primera en adquirir esta titularidad en toda Europa.
-Busca el nombre de las mujeres e hijos de Alfonso X (última mujer y primogénito)
Antes
de casar con Violante de Aragón, había sido tratado su
matrimonio en dos ocasiones, siendo un adolescente. La primera fue en 1234 con
la infanta Blanca
de Champaña, hija del rey de Teobaldo
I de Navarra. Posteriormente,
con Felipa de Ponthieu, hermana de
su madrasta la reina Juana, para cuyo enlace el Papa emitió dispensa el 31 de
agosto de 1237. Ambos compromisos quedaron sin efecto y en 1240 ya había sido
acordado su matrimonio con Violante, según consta en el testamento del 1 de
enero de 1241 de Jaime I
el Conquistador, rey de Aragón donde cita a su hija Ioles, coniugi
Alfonsi, primogeniti illustris regis Castellae.
Tuvo varios hijos
naturales antes de contraer matrimonio, siendo estos y sus respectivas madres,
los siguientes:
Con María Alfonso de León, su tía, hija
ilegítima del rey Alfonso IX de
León y Teresa Gil de
Soverosa, tuvo a:
· Berenguela Alfonso (c. 1241–¿?). Contrajo matrimonio, después de 1264, con
Pedro Núñez de Guzmán, pero murió joven y sin descendencia.
Con Elvira Rodríguez de Villada, hija de Rodrigo Fernández de Villada, tuvo a:
· Alfonso
Fernández el Niño (1242–1281), señor de
Molina y Mesa por su matrimonio con Blanca
Alfonso de Molina, bisnieta de Alfonso IX de
León.
Con Mayor Guillén
de Guzmán, I señora de Alcocer, Cifuentes, Viana de
Mondéjar, Palazuelos, Salmerón y Vadesliras, hija de Guillén Pérez
de Guzmán y de María González Girón, fue padre de:
· Beatriz (c.1242/1244–1303),
quien heredó los señoríos de su madre y fue reina de Portugal por su matrimonio
con Alfonso III
de Portugal.
De su matrimonio el 26
de diciembre de 1246 en la Colegiata de Valladolid con la reina Violante de Aragón, hija de Jaime I el
Conquistador, rey de Aragón nacieron varios
hijos:
· Berenguela (1253–1300). Fue proclamada heredera del reino en 1254, pero el
nacimiento de su hermano Fernando la postergó. Estuvo prometida a Luis de
Francia, hijo y heredero de Luis IX, pero no se llegaron
a casar por la muerte prematura del novio en 1260. Fue la única de los hijos
legítimos del rey que permaneció junto a él durante la rebelión del
infante Sancho.
·
Beatriz (1254–1280). Se casó con el marqués Guillermo VII
de Montferrato (vicario de Alfonso X en el Imperio) en 1271, en Murcia.
·
Fernando de la Cerda (1255–1275), heredero del trono castellano, se casó en 1269 con Blanca de Francia, hija de Luis IX de
Francia, con quien tuvo dos hijos. Su muerte prematura permitió que su hermano
Sancho se convirtiera en rey.
·
Leonor (1256–1275).
·
Sancho IV el Bravo (1258–1295), rey de Castilla a la muerte de Alfonso X.
· Constanza (1259–1280), monja en el Monasterio de Santa María la Real de
Las Huelgas donde recibió sepultura.
·
Pedro (1260–1283),
casado con Margarita de Narbona.
·
Juan (1262 –1319).
·
Isabel de Castilla (1263–1264). Murió en la infancia.
· Violante de
Castilla (1265–¿?), contrajo matrimonio con Diego López V
de Haro, señor de
Vizcaya.
·
Jaime de Castilla (1267–1284), señor de los
Cameros.
Estando ya casado tuvo
los siguientes hijos de madre desconocida, ambos menores de edad cuando su
padre otorgó testamento en enero de 1284:
·
Martín Alfonso, abad en Valladolid, mencionado como hermano de Urraca
Alfonso en el codicilo del testamento del rey.
·
Urraca Alfonso, citada también en el codicilo del testamento de Alfonso X,
que le encomendó a su hija natural Beatriz la misión de casarla honradamente.
Contrajo matrimonio con Pedro Núñez de Guzmán, adelantado mayor de Castilla,
señor de Derruña y San Román, con descendencia.
Como se puede observar aunque tuvo relación con varias mujeres con las que
tuvo hijos su mujer fue la reina
Violante y su primogénito hijo de este matrimonio fue Fernando de la Cerda pero al morir pronto no heredó el trono de su
padre siendo su hermano Sancho el
que heredó el trono de Castilla.
-Identifica un personaje cristiano, judío y musulmán. (nombre y describe gesto de conciliación)Musulmán: Abu Bark es un comandante musulmán el cual mata a la esposa y primogénito de Rodrigo dejando solo vivos a los menores. Acompaña a Rodrigo a realizar el pacto con Navarra.
Cristiano: Rodrigo es un noble guerrero cristiano, se encarga de repartir justicia después de que el rey se lo pida. Su hijo Martín conoce a Fátima una musulmana de la que se enamorará
Judío: Abraham, es el que ayuda a Rodrigo a resolver los asesinatos antes de que la ciudad se levante en armas.
-¿Qué finalidad tenía la escuela de Traductores de Toledo?
Selena:
Se encargaban de traducir e interpretar los textos clásicos greco-latinos alejandrinos, que habían sido traducidos al árabe o al hebreo a la lengua latina sirviéndose del romance castellano (español) como lengua intermedia o sus emergentes (lenguas vulgares)
María:
Historia de la Escuela
de Traductores de Toledo
Entre los siglos XII y XIII se desarrolla en Toledo un fenómeno cultural
conocido como Escuela de Traductores. Esta denominación no debe llevar a pensar
en un centro educativo con profesores y estudiantes, sino más bien en un grupo
de personas que trabajaron juntas o siguieron unos métodos comunes para
trasladar a Europa la sabiduría de Oriente y -en especial- la de los antiguos
griegos y los árabes.
Los árabes, en
su expansión por las tierras de Bizancio - heredera de la antigüedad griega-
asimilaron, tradujeron, estudiaron, comentaron y conservaron las obras de
aquellos autores, y finalmente las trajeron consigo hasta la Península Ibérica
junto con un ingente bagaje cultural que ellos mismos habían generado.
Toledo fue la primera gran
ciudad musulmana conquistada por los cristianos, en 1085. Como en otras
capitales de Al-Andalus, existían en ella bibliotecas y sabios conocedores de
la cultura que los árabes habían traído del Oriente y de la que ellos mismos
habían hecho florecer en la Península Ibérica. Con la presencia en Toledo de
una importante comunidad de doctos hebreos y la llegada de intelectuales
cristianos europeos, acogidos por el cabildo de su catedral, se genera la
atmósfera propicia para que Toledo se convierta en la mediadora cultural entre
el Oriente y el Occidente de la época.
La Escuela de Traductores de
Toledo tuvo dos periodos separados por una fase de transición. El primero fue
el del arzobispo don Raimundo que, en el siglo XII, impulsó la traducción de
obras de filosofía y religión del árabe al latín. Gracias a su labor, en las
universidades europeas comenzó a conocerse el aristotelismo neoplatónico
Con la llegada del rey
Alfonso X, ya en el siglo XIII, comienza la etapa de las traducciones de
tratados de astronomía, física, alquimia y matemática. La recepción de un
caudal de conocimientos tan enorme fructifica en la composición, a instancias
del rey, de obras originales como el Libro de las Tablas Alfonsíes. Su labor consistió en dirigir y
seleccionar a los traductores y obras, revisar su trabajo, fomentar el debate
intelectual e impulsar la composición de nuevos tratados.
Este es el
artículo completo
VATICANO, 21 May. 14 / 09:41 am (ACI/EWTN
Noticias).- En su Audiencia General de este miércoles, el Papa
Francisco continuó su catequesis sobre
los dones del Espíritu Santo, abordando en esta ocasión el don de ciencia, el
cual, afirmó, ayuda a percibir la grandeza de Dios a través de la creación y
enseña a custodiar este regalo para el beneficio de todos y no caer en algunas
actitudes excesivas o equivocadas que lleven a su destrucción.
Ante los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el
Papa aclaró que este don no se limita al conocimiento humano de la naturaleza.
“Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo, se abren a la
contemplación de Dios, en la belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del
cosmos, y nos llevan a descubrir cómo cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos
habla de su amor”.
A continuación la catequesis completa gracias a la traducción de
Radio Vaticana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos resaltar otro don del Espíritu Santo, el don de
ciencia. Cuando se habla de ciencia, el pensamiento va inmediatamente a la
capacidad del hombre de conocer siempre mejor la realidad que lo circunda y de
descubrir las leyes que regulan la naturaleza y el universo. Pero la ciencia
que viene del Espíritu Santo no se limita al conocimiento humano: es un don
especial que nos lleva a percibir, a través de la creación, la grandeza y el
amor de Dios y su relación profunda con cada criatura.
Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo, se
abren a la contemplación de Dios, en la belleza de la naturaleza y en la
grandiosidad del cosmos, y nos llevan a descubrir cómo cada cosa nos habla de
Él, cada cosa nos habla de su amor. ¡Todo esto suscita en nosotros gran estupor
y un profundo sentido de gratitud!
Es la sensación que sentimos también cuando admiramos una obra de
arte o cualquier maravilla que sea fruto del ingenio y de la creatividad del
hombre: de frente a todo esto, el Espíritu nos lleva a alabar al Señor desde lo
profundo de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo que tenemos y somos, un
don inestimable de Dios y un signo de su infinito amor por nosotros.
En el primer capítulo del Génesis, precisamente al inicio de toda
la Biblia, se pone en evidencia que Dios se complace de su creación,
subrayando repetidamente la belleza y la bondad de cada cosa. Al final de cada
jornada, está escrito: “Dios vio que era cosa buena”. Pero si Dios ve que la
creación es una cosa buena y una cosa bella, también nosotros tenemos que tener
esta actitud: de ver que la creación es cosa buena y bella. Y con el don de la
ciencia, por esta belleza, alabamos a Dios, agradecemos a Dios por habernos
dado ¡tanta belleza! Y este es el camino.
Y cuando Dios terminó de crear al hombre no dijo “vio que era cosa
buena”, dijo que era “muy buena”, nos acerca a Él. Y a los ojos de Dios
nosotros somos lo más bello, lo más grande, lo más bueno de la creación. Pero
padre, ¿los ángeles? ¡No! Los ángeles están más abajo nuestro, ¡nosotros somos
más que los ángeles! Lo escuchamos en el libro de los Salmos. ¡Nos quiere el
Señor! Debemos agradecerle por esto.
El don de la ciencia nos pone en profunda sintonía con la Creación
y nos hace partícipes de la limpidez de su mirada y de su juicio. Y es en esta
perspectiva que logramos captar en el hombre y en la mujer el culmen de la
creación, como cumplimiento de un designio de amor que está impreso en cada uno
de nosotros y que nos hace reconocernos como hermanos y hermanas.
Todo esto es fuente de serenidad y de paz y hace del cristiano un
gozoso testigo de Dios, en las huellas de San Francisco de Asís y otros muchos
santos que supieron alabar y cantar su amor a través de la contemplación de la
creación. Al mismo tiempo, sin embargo, el don de ciencia nos ayuda a no caer
en algunas actitudes excesivas o equivocadas.
El primero es el riesgo de considerarnos dueños de la creación.
Porque la creación no es una propiedad, que podemos gobernar a voluntad; ni
mucho menos, es una propiedad de sólo algunos pocos: la creación es un regalo,
es un don maravilloso que Dios nos ha dado, para que lo cuidemos y lo
utilicemos en beneficio de todos, siempre con gran respeto y gratitud.
La segunda actitud equivocada es la tentación de quedarnos en las
criaturas, como si éstas pudieran ofrecer la respuesta a todas nuestras
expectativas. Y el Espíritu Santo con el don de la ciencia nos ayuda a no caer
en esto.
Pero yo quisiera volver a la primera vía equivocada “cuidar la
creación”, no "adueñarse de la creación". Debemos cuidar la creación,
es un don que el Señor nos ha dado, para nosotros, ¡es el regalo de Dios a
nosotros! Nosotros somos custodios de la creación, pero cuando nosotros
explotamos la creación, ¡destruimos el signo de amor de Dios!
Destruir la creación es decir a Dios: “no me gusta, esto no es bueno”.
¿Y qué te gusta a ti? Me gusto a mí mismo: ¡éste es el pecado! ¿Han visto? La
custodia de la creación es precisamente la custodia del don de Dios. Y también
es decir al Señor: “gracias, yo soy el dueño de la creación. Pero para hacerla
seguir adelante yo no destruiré jamás tu don”.
Y esta debe ser nuestra actitud con respecto a la creación.
Custodiarla, porque si nosotros destruimos la creación, la creación nos
destruirá. No olviden esto.
Una vez, yo estaba en el campo y escuché un dicho de parte de una
persona simple, a la cual le gustaban tanto las flores y él cuidaba estas
flores y me dijo: “debemos custodiar estas bellas cosas que Dios nos ha dado.
La creación es para nosotros; para que nosotros la aprovechemos bien. No
explotarla, custodiarla. “Porque, ¿usted sabe padre?” – así me dijo – “Dios
perdona siempre”. Sí, y esto es verdad, Dios perdona siempre. “Nosotros seres
humanos, hombres y mujeres, perdonamos algunas veces”. Y sí, algunas no
perdonamos. “Pero la naturaleza, padre, no perdona jamás y si tú no la cuidas,
ella te destruirá”.
Esto debe hacernos pensar y pedir al Espíritu Santo: este don de
la ciencia para entender bien que la creación es el más hermoso regalo de Dios.
Que Él ha dicho: esto es bueno, esto es bueno, esto es bueno y este es el
regalo para lo más bueno que he creado, que es la persona humana. Gracias.
Este es el párrafo
Hoy queremos resaltar otro don del Espíritu Santo, el don de
ciencia. Cuando se habla de ciencia, el pensamiento va inmediatamente a la
capacidad del hombre de conocer siempre mejor la realidad que lo circunda y de
descubrir las leyes que regulan la naturaleza y el universo. Pero la ciencia
que viene del Espíritu Santo no se limita al conocimiento humano: es un don
especial que nos lleva a percibir, a través de la creación, la grandeza y el
amor de Dios y su relación profunda con cada criatura.
Esta la frase:
"Pero la ciencia que viene del Espíritu Santo no se limita al conocimiento humano: es un don especial que nos lleva a percibir, a través de la creación, la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada criatura."